Prokofiev: La suite para piano Visiones fugitivas o Fugacidades OP. 22.
¿Se encuentra Ud. cansado de tanta música del romanticismo? ¿Buscando música menos densa, melosa, recalentada y pegajosa? Quizás necesite algo ligero, frío y distante. Alguna obra del neoclásico que mantenga la compostura y no nos contagie con rollos complicados y emociones ajenas. Una obra aséptica que no se salga del plano sonoro y tan solo estimule la capacidad auditiva del oido interno.
El año de 1917 fue uno de los más fructíferos para Sergei Prokofiev, tanto por la cantidad como por la calidad, de obras nacidas en años anteriores y concluidas de manera brillante en tan corto período. Es el año de la sinfonía No. 1 Sinfonía Clásica, que lo consagra como uno de los grandes del siglo XX, también del hermoso Concierto para violín No. 1 en re mayor, las sonatas para piano No. 3 y 4, y finalmente ese maravilloso conjunto de pequeñas joyas para el piano que son Las Fugacides.
Francisco Rivero. Prokofiev. 2004.
Son obras juveniles de estilo neoclásico compuestas en Rusia, después de atravesar una etapa de niño terrible deleitando al público snob de aquella época con recias e irreverentes partituras como el Primer Concierto Para piano, compuesto cuando contaba apenas veinte años y la revolucionaria Suite Escita. Las obras de 1917 se proyectan hacia el futuro, y anuncian cosas más fáciles de escuchar y más luminosas, si bien menos vanguardistas, de una interesante y aterciopelada etapa soviética que se dará inicio cuando se produzca el retorno a la Patria en 1936.
Las fugacidades son un conjunto de veinte piezas para el piano, compuestas a lo largo de tres años, siendo las primeras de 1915. Representan un esfuerzo por atrapar imágenes fugaces en un tiempo muy breve, de una realidad sonora que se quiebra y se desintegra en fragmentos de multiples aristas agudas. Son miniaturas muy bien trabajadas donde se muestra el estilo neoclásico, que reflejan una personalidad única decididamente anti- romántico, burlón, irónico, incisivo, genial y caprichoso.
Estas piezas de textura sencilla, claras y cristalinas están escritas en el mejor estilo percusivo de Prokofiev, de inspiración y factura clásica en cuanto al uso de formas y armonías tradicionales, pero con algunas notas estratégicamente desubicadas, irrespetando las normas de funcionalidad, con lo cual se mueve en las aguas de la atonalidad. Es una atonalidad pura como el agua, de carácter lírico impregnada de cierto aire misterioso de atemporalidad, música paralizada en el tiempo y sin concluir. Son como esas composiciones hipnoticas de Satie y Scriabin de fin de siglo, que nos envuelven en atmósferas irreales y transparentes, hechas para flotar en el vacío, ver pasar las nubes en el cielo azul y meditar sin pensar en nada. Son obras tan fugaces que uno se olvida de ellas por completo al terminar la audición.
Cada Visión o Fugacidad dura entre uno y dos minutos. Se van alternando en cuanto a los tiempos. Los nombres de las piezas son bastantes sugestivos del estado de ánimo del compositor.
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