Algunos compositores poseen
una sensibilidad especial y consumada habilidad
para transmitir en sonidos sus experiencias visuales, produciendo obras
que al ser escuchadas evocan fácilmente lugares y acontecimientos. Esto es lo
que se ha llamado Música Programática, de la cual se tienen ejemplos tan claros,
famosos y conocidos como las cuatro estaciones de Antonio Vivaldi y la Sexta
Sinfonía de Beethoven. Berlioz y Franz
Liszt le dieron un gran impulso a este género, que nació con ellos y se
desarrolló hasta alcanzar la plenitud con la música de las películas de
Holliwood. Algunos románticos como
Brahms criticaron la música de programa, como algo impuro y ajeno al plano
musical. En el otro extremo de la balanza tenemos a un Wagner, para la cual la
música era tan solo una parte de un gran espectáculo que combinaba poesías,
leyendas, decorados, imágenes, trucos de iluminación, declamación y cantos. La música programática alcanzó su edad
de oro a fines del siglo XIX y comienzos del XX con los poemas sinfónicos.
Francisco Rivero. HUgo Alfven. 2013. |
La
disputa aún hoy en día continúa entre los puros académicos y los programáticos.
Para algunos músicos modernos la música debe ser completamente objetiva, sin
alusiones a sucesos o eventos extra musicales. La música debe referirse, en
todo caso, a ella misma. Esto es lo que ha sido llamado “música al cuadrado”.
Pero… ¿Cómo quitar la subjetividad al arte? ¿La música sería entonces una
ciencia de los sonidos? ¿Cero expresiones y sentimientos? ¿Una rama de la
acústica?
Hugo
Alfven (1872-1960) compositor que se dio a conocer entre el público como el
genuino representante del espíritu sueco es uno de estos felices ejemplares. Su
doble condición de pintor y músico se palpa en sus obras. Este músico poseedor
de un estilo que ha sido llamado por algunos como “ híper romanticismo nórdico”
es el más importante después de Franz
Berwald (1796-1868). Suecia, un país
famoso por sus automóviles Volvo, las bolineras SKF y las canciones del grupo
ABBA.
Las
obras de Alfvén se destacan por un lenguaje musical directo y lleno de emoción
influenciado por las melodías y ritmos folklóricos de su tierra, que atraen
fácilmente la atención y el interés de todos los oyentes. Alfvén fue el primero de su país que se apartó de las
influencias foráneas de Dinamarca y Alemania, creando un estilo nacionalista.
Hugo
Alfven compuso su Primera Sinfonía en Fa
menor Op. 7 en el año de 1897, cuando contaba apenas 24 años. Una obra de casi una hora de
duración, con una paleta orquestal muy rica y deleitosa, en cuatro movimientos y que deja ver las marcadas influencias de Brahms en lo formal,
pero, por otro lado, que anuncia los
brillantes episodios llenos de un romanticismo cautivante, apasionado y
nostálgico que más tarde encontraremos en las obras de Sibelius y Rachmaninov
Después
de una presentación algo controvertida por parte de la Orquesta de la Opera
Sueca, la obra sufrió muchas modificaciones, hasta que fue publicada en forma
definitiva en 1951. Sin embargo ese año de 1897 marca un hito importante en su
carrera pues de allí en adelante se le considera un autor respetado. Compuso un total de 5 sinfonías, 3 Rapsodias
Suecas, Ballets y Suites orquestales.
Para
su Segunda Sinfonía en re mayor Op. 11,
completada en 1899, el autor se inspira en la belleza del paisaje del
archipiélago de Estocolmo, lugar favorito de su infancia, y la obra surge con
un programa, que comienza brillante y luminoso en el primer movimiento pero
luego se transforma en un drama terrible, que refleja los conflictos del mundo
interior del autor. Una obra que algunos han comparado con la sinfonía
Fantástica de Berlioz, por el programa y los efectos musicales.
Mencionamos sus tres Rapsodias Suecas en donde
Alfven expone lo mejor de su estilo.
La Rapsodia Sueca No. 1 Op. 19 “Midsommarvaka”
(Fiesta del Verano o Vigilia del Verana),
refleja el ambiente alegre del festival más importante de Suecia a mitad del verano, cuando ocurre
el día más largo del año. Posee melodías populares bastante pegajosas que son
inolvidables para el que las escucha. Esta Rapsodia fue escrita en 1903. Es una
obra de unos 14 minutos de duración, bonita y pegajosa que ha pasado a ser una
especie de Tarjeta Postal para turista que con sus pinceladas de brillante
colorido orquestal nos describe el paisaje y la vida campesina de Suecia.
De
acuerdo al Programa la música describe el entusiasmo de los jóvenes en su
camino hacia el festival de danzas. Comienza todo con una melodía popular por
parte de las maderas que se repite, es tomada por el bajo, deformada de manera
jocosa. Ante intromisión burlista responde la orquesta en pleno, lo que da
origen a una algarabía en donde no faltan los golpes, gritos y resoplidos, tan
típicos de una pelea a puñetazos. Por encima de todo, los violines imponen el
ritmo de la danza. Poco a poco cesa el tumulto para dar paso a una escena suave
y romántica, donde dos jóvenes enamorados se aíslan del grupo, iluminados por
los rayos de la luna. Llega el amanecer y la pareja se une al grupo para seguir
bailando y disfrutando. Vuelven los violines con su danza in cesante que
arrastra a las parejas en su girar infinito con más calor y energía que al
comienzo.
No
menos atractiva e interesante es la Rapsodia
Sueca No. 2 Op. 24 “Uppsala”, escrita
en 1907, para celebrar los 200 del natalicio del famoso naturalista Carlos Linneo
(El hombre que creó la taxonomía científica con los nombres en latín para plantas
y animales). Fue un festival organizado por la Universidad de Uppsala y por lo tanto
la obra tiene un tono más formal y solemne. Se asemeja mucho a la Obertura Académica
de Brahms.
Comienza
con tema de carácter noble por parte de los trompas, el cual migra luego a las maderas
y es tomado por la orquesta en pleno. Después a parece el tema principal de carácter
festivo y celebra torio. En general es una pieza alegre con algunos pasajes humorísticos
en donde se citan algunas canciones estudiantiles.
Como
ya se dijo, Alfven fue un consumado pintor que se dedicó al género de la acuarela
con bastante maestría. Una vez visitó el Lago Orsa y la vista desde las colinas
cercanas, lo cautivó. No solo dejó bellas acuarelas sobre el tema, sino que también
plasmó sus impresiones musicales en la Rapsodia
Sueca No. 3 “Dalacarlian”. Es una obra de unos 20 minutos de duración compuesta
en 1932. De carácter sereno y contemplativo dentro del mejor estilo Post romántico,
Alfvén muestra sus dotes y maestría de un compositor maduro, con una orquesta suntuosa que mediante el empleo
de complejas armonías crea un clima sentimental de nostalgia y admiración por el
paisaje y la naturaleza.
Discografía:
Hugo Alfven. Sinfonías
1-5, Rapsodias Suecas. Orquesta Sinfónica
de Estocolmo. Neeme Järvi. Brilliant Classics. 1993.
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