El
nombre de Alfredo Casella destaca muy alto en el panorama musical italiano de la primera
mitad del siglo XX por sus obras de corte neoclásico. Basta nombrar la Partita (1924-25) y Scarlattiana (1926), ambas para piano y orquesta; el Concerto romano (1926), para órgano,
metales, timbal, cuerda y orquesta; el Concierto
de violín (1928); el Concierto de
violoncelo (1934-35); y la Paganiniana,
un divertimento para orquesta (1942).
Casella. Francisco Rivero. 2016. |
Este
compositor nació en Turín en 1883, en el seno de una familia con gran tradición
musical. Su abuelo ejecutaba el violonchelo y fue amigo de Paganini. Su madre pianista le
dio al niño las primeras lecciones. Estudió en Francia bajo la dirección de
Gabriel Fauré y allí recibió ciertas influencias de los impresionistas, aunque
se inclinó un poco más por lo romántico. Fue un pianista y director de orquesta
notable. Estrenó en París la segunda sinfonía de Mahler, lo cual le sirvió de
inspiración para su Sinfonía No. 2 en do menor, una obra poco conocida, pero
entretenida, variada y llena de finos detalles.
Compuso
tres sinfonías a lo largo de su carrera. Obras de gran envergadura que no
escapan de la influencia de Richard Strauss, como la Primera, estrenada en
1905. Luego, manteniéndose en esta misma línea,
sigue un Poema Sinfónico Italia
de 1909.
Después
de abandonar el lenguaje tradicional hipercromático de las pesadas y serias armonías
de Strauss y las tenebrosas elucubraciones de Mahler, su paleta musical se
vuelve clara y luminosa, la textura rala y las melodías alegres, irrelevantes y
sencillas. La influencia de Stravinsky se hace presente. Se dedica a la música
de cámara y composiciones más pequeñas. En especial, su obra Serenata para pequeña orquesta Op. 46, nos encontramos con un compositor neoclásico,
muy cercano a Francis Poulenc y Joaquín Rodrigo.
Suite La Giara.
La
obra que mejor representa esta segunda etapa es la Suite La Giara (La Jarra) para un ballet o comedia coreográfica en un
acto de Luigi Pirandello (1924).
Gracias
a Dios, este alejamiento de lo tradicional, tampoco significó caer en las
tentaciones de los vanguardistas de su época. Fue un hombre pragmático que
trató de crear un lenguaje propio, italiano, de corte nacionalista (Fascista
según algunos). Según un crítico de la época (equivocado por supuesto): el apoyo prestado por él, al régimen fascista
y su concepción de una música mediterránea adecuada a las características de la
música latina, lo indujeron a un apriorismo teórico que no le permitió avanzar
con real coherencia en la exigencia de renovación de la música que había
sentido vivamente en su juventud.
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