De la producción de Gabriel Fauré, El Maestro del encanto como lo llamó
Debussy, destacan sus tres últimas obras
de cámara, en donde muestra un estilo algo difuso, de expresión intimista que se apartan de su obra
anterior y apuntan hacia la modernidad.
Son ellas el Quinteto
para piano No. 2 en sol menor OP. 115 (1919), el Trío para piano en re menor OP. 120
(1922), y el Cuarteto de
cuerdas en mi menor OP. 121 (1923)
Ciertamente, ellas están de las obras de cámara más notables de la
escuela impresionista francesa, ocupando un lugar privilegiado al lado del Quinteto para piano y la Sonata para violín y piano en la menor
de César Franck y los cuartetos de cuerdas de Debussy y Ravel.
Francisco Rivero. fauré. 2016. |
El término impresionismo proviene de la
escuela en pintura del mismo nombre. Un
buen ejemplo es el cuadro Impresión, salida del sol (1873) de
Monet. En esta obra seminal del impresionismo, el pintor disuelve las formas del paisaje en tenues
colores que apenas sugieren los objetos trabajados con una paleta de
colores suaves y delicados. Son manchas
sobre la superficie del lienzo donde
predominan los tonos azules y violetas. Si las miramos de cerca vemos que no
representan nada, pero al alejarnos, los colores se funden en la retina y crean
formas reconocibles.
Fauré representa el equivalente musical
del impresionismo con un lenguaje muy
personal en donde se combinan, además de los más exquisitos timbres
musicales, conceptos contrapuestos como
la modalidad y la tonalidad. En este quinteto podemos apreciar todos los
elementos del estilo tardío de este compositor, de manera resumida.
La última etapa de Fauré que va desde
1915 hasta su muerte en 1924, posee un paralelo con los últimos cuadros de Monet
de plantas acuáticas en su jardín de Giverny, una obra que ocupó el mismo lugar
en el tiempo, un cuarto de siglo, desde 1900 hasta 1923. Ambos
artistas en el final de su carrera plasmaron la esencia de su arte y se
adelantan al futuro. Fauré casi traspasa los límites de la tonalidad y la forma
musical, mientras que Monet se acerca bastante a la abstracción en sus
Nenúfares.
Quinteto para piano No.
2 en do menor, Op. 115.
Fue
compuesto en el año de 1921, cuando el
autor contaba con setenta y seis años, y
fue dedicada a Paul Dukas.
El primer movimiento fue escrito después
de los dos centrales, como era ya una costumbre en las últimas obras de cámara
de Fauré. El tema principal se expone en un solo de viola y de manera muy sutil
empiezan a desarrollarse cambios de ritmos que sugieren una atmósfera difusa y
de imprecisión. Las bellas melodías apenas afloran al ser sugeridas dentro de
una textura polifónica bastante refinada. Escuchamos temas hermosos que nos
acercan al cielo y luego nos hacen descender a este mundo con dejos de nostalgia. Algo típico y que
permanece como una constante en la música de Fauré era evocar, con estos tintes
azules de tristeza, aquellos años dorados de la Belle Epoque.
El segundo movimiento es un scherzo
alegre, enérgico y vivaz que contrasta con el movimiento anterior. Carente de
expresión y sentimentalismo, la música marcha hacia adelante sin dejar un mínimo
de espacio para la reflexión. Los contornos cristalinos de las notas del piano se
adornan con algunos toques de humor. La música fluye de manera incesante como
el agua de una fuente.
El tercer movimiento se hermana con el
primero en cuanto al tono de nostalgia
expresado en el piano mediante una melodía incisiva. Resultan asombrosos los efectos de
textura casi trasparente, obtenidos por el compositor con una tremenda economía
de medios. Apenas unas cuantas notas en el piano y un acompañamiento homofónico
en las cuerdas. El piano entona un preludio de coral que va creciendo en un
clímax hasta disolverse en un suave aire de resignación. Formas arcaicas se
contraponen con modernas armonías.
El movimiento final algo más ligero y luminoso comienza anunciando
cosas para la imaginación que no escucharemos más adelante. La música va
explorando lugares de estabilidad, con rápidos cambios armónicos, sugerentes
de melodías ocultas. Hay un dialogo
interesante entre las cuerdas con temas que migran de un instrumento a otro
creando un clima vivo y algo fresco, pero que no esconde del todo su carácter
otoñal. La obra culmina de manera distante y elusiva, con una textura algo
discreta, sin grandes frases
declarativas.
Es una obra de unos 31 minutos de duración y
se estructura en cuatro partes.
1.
Allegro
moderato 10:03
2.
Allegro
vivo 4:04.
3.
Andante
moderato 10:57.
4.
Allegro molto 6:06.
Discografía:
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario