Francisco Rivero. Pfitzner. 2014 |
Definitivamente, hay
artistas de gran valía, cuyas obras han caído en el olvido: algunos porque su mensaje
no llega a las mayorías por ser
incomprensible, otros por ser epígonos de compositores más famosos y otros por
razones que desconozco. Tal es el caso del músico Hans Pfitzner (Moscú, 5 de mayo de 1869 —
Salzburgo, 22 de mayo de 1949) compositor y director de orquesta alemán cuyo
nombre se asocia con una gran opera que aún
se mantiene en el repertorio: Palestrina.
La música de Pfitzner es elusiva y misteriosa, quizás de difícil
audición. Hay que escucharlo repetidas veces para comprenderlo y captar el
mensaje oculto de un alma insondable. No se esfuerza este hombre en cautivar a
los oyentes con facilismos baratos de efecto inmediatista. Su música es bella
por sus armonizaciones bien equilibradas y el empleo de la tonalidad, pero
carece de dramatismos que conmuevan nuestra alma.
Fue contemporáneo de Reger y Richard Strauss, dos artistas
con los cuales se pueden establecer paralelos y semejanzas. Desafió a los
modernistas como Busoni Y Schoenberg, pues se definió como un conservador a
ultranza. Su adhesión al pasado en medio de una época de pujantes vanguardias
le pasó factura a su fama después de muerto. Reconocemos en sus obras un dominio
magistral de contrapunto y su infinita inventiva melódica en los desarrollos de
motivos bastante simples.
Nacido en Moscú,
Rusia, Pfitzner pasó la mayor parte de su vida en Alemania, trabajando como
director, pianista y profesor además de compositor. Pfitzner era hijo de un
violinista profesional y desde muy joven recibió lecciones de su padre. La
familia se mudó a Fráncfort del Meno en 1872.
Entre sus obras de cámara está un Quinteto para piano y cuarteto de cuerdas en Do mayor op.23, de
1908, que marca el inicio de su carrera como compositor. Sigue este quinteto
los modelos de Schumann y Brahms en cuanto
forma y la manera de combinar los instrumentos creando un tejido bastante rico
de contrapunto y pequeñas melodías.
Hoy empiezan a grabarse sus obras tímidamente. Posee tres
sinfonías, un Concierto para violín en Si
menor, op. 34 (1923) dedicado a la
violinista australiana Alma Moodie. También escribió tres conciertos para violonchelo y un
doble concierto para violín y violonchelo.
Una de sus últimas obras, el Sexteto en Sol menor op. 55, escrito para una combinación inusual
de clarinete, piano, contrabajo,
violonchelo, violín y viola es una obra ligera de carácter apacible que se conecta
fácilmente con las serenatas del rococó.
No hay comentarios:
Publicar un comentario