La música clásica en Norteamerica tuvo su edad de oro en los
años 30-50 del pasado siglo. La corriente del neoclásico llevada desde el Paris
de Stravinsky y su alumna Nadia Boulager, hasta Nueva York, Boston y Chicago
produjo un nuevo sonido, llamado el Sonido Americano, en manos de jóvenes como
Copland, Roy Harris, Virgil Thomson, William Schuman y otros, hoy casi todos
olvidados, aún en su propia patria.
¿Quien dijo que fue mala la intervención de la política en la
música? Si no hubiese habido represión
política en la Viena Imperial, no tuviésemos
un Fidelio, un Don Giovanni o las Bodas de Fígaro.
El Populismo Norteamericano generó un ambiente de progreso,
esperanza y optimismo. Fue una época de
grandes ballets nacionalistas y sinfonías de mucho aliento, que emulaban el
ambiente patriótico de un Shostakovich o un Prokofiev de mucha fuerza narrativa,
orgullo por la tierra y el trabajo, y un innegable atractivo popular. Era una
competencia muy sana y creativa entre este y oeste del planeta. En el caso norteamericano, Música de fanfarrias, golpes de timbal,
canciones de vaqueros, espirituales e himnos de las iglesias.
Hoy presentamos la sinfonía No. 11 de Roy Harris, no tan
brillante como la No. 3, pero poseedora de un cierto lirismo de carácter más
íntimo. La obra fue compuesta en 1967.
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